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domingo, 8 de febrero de 2015

Paulaner

El 24 de febrero de 1634 es una fecha especial para la Cervecería Paulaner. Ese día los maestros cerveceros civiles presentaron una queja al alcalde para pedir que se prohibiese la venta de la cerveza fabricada por los monjes paulinos en el monasterio de Neudeck ob der Au. Sin embargo no tuvieron éxito. Esta primera mención oficial sigue estando considerada en la actualidad como la fecha de fundación de la Cervecería Paulaner y forma parte indispensable desde entonces de la cultura, tradición e historia de Múnich.


La popularidad de la cerveza Paulaner ha traspasado desde siempre los confines de la ciudad de Múnich.
 La excelente calidad de la cerveza, la sabiduría de nuestros maestros cerveceros y el famoso estilo de vida bávaro son sólo algunos de los factores responsables del éxito de la Cervecería Paulaner en todo el mundo. Más de dos millones de hectolitros salen cada año de la venerable fábrica situada en el Nockherberg de Múnich con destino a más de 70 países.
Cabe mencionar que la cerveza de trigo turbia de Paulaner se ha convertido en líder del mercado nacional y es sinónimo en todo el mundo de autenticidad en el campo de las cervezas de trigo. Paulaner se mantiene fielmente unido a su patria, mediante Oktoberfest de Múnich y la prueba de la cerveza Salvator cada año, con el tradicional “escarnio de los políticos“, son sólo dos ejemplos del arraigo regional de esta cervecería muniquesa llena de tradición
Por su parte, el Biergarten o cervecería al aire libre es desde hace más de 200 años un componente imprescindible de la tradición bávara y encarna su espíritu acogedor
El origen del Biergarten se remonta hasta el Múnich del siglo XVI. Este pedacito de cielo en la tierra tenemos que agradecérselo precisamente al procedimiento de fabricación de cerveza de la época y al reglamento bávaro para la fabricación de cerveza de 1539, aunque ambos casi se convirtieran en causantes de un verano bávaro sin gota de cerveza... Y es que en esa época la cerveza se fabricaba con baja fermentación. Esto significaba que la fermentación se debía llevar a cabo entre los 4 y los 8 grados, es decir, en los meses fríos. Además el reglamento para la fabricación de cerveza de entonces sólo permitía la fabricación de cerveza entre el 29 de septiembre y el 23 de abril, pues las ollas de cocción calientes ya habían producido graves incendios con las altas temperaturas estivales.
Para que pudiera seguir habiendo cerveza en Múnich en verano había que fabricarla en invierno y después almacenarla en un lugar frío durante varios meses.
Con su espíritu ingenioso, los bávaros decidieron construir sótanos para poder almacenar al fresco la cerveza. Estas estancias se mantenían refrigeradas de manera natural gracias la sombra de los castaños autóctonos y a la grava esparcida por el suelo situado por encima de las bodegas.
Con sus raíces planas los castaños no dañaban las bóvedas de las bodegas y siguen representando hasta la actualidad, junto con el suelo de grava, unas características muy típicas de todo Biergarten. Las fábricas de cerveza, situadas en la época en las afueras de la ciudad, se convirtieron rápidamente en destinos muy populares para los excursionistas bávaros. Al principio los visitantes sólo rellenaban sus recipientes con la cerveza fresca allí almacenada para llevársela luego a sus casas.
Posteriormente se logró imponer el espíritu sociable y acogedor de los bávaros y la cerveza comenzó a degustarse también directamente bajo las grandes copas de los castaños. Para ello los fabricantes de cerveza dispusieron sencillas mesas y bancos, naciendo así el Biergarten.
Como consecuencia de esta evolución las fábricas de cerveza de menor tamaño y las casas de huéspedes de Múnich vieron desaparecer su clientela, solicitando audiencia al rey Maximiliano, el primer soberano de Baviera. El monarca de la casa de Wittelsbach encontró finalmente en 1812 una solución para el problema y decidió que las cervecerías al aire libre, tan adoradas ya en aquel entonces, siguieran funcionando de la misma manera. Eso sí, para no dañar el negocio de los dueños de los restaurantes muniqueses, no podría venderse en ellas ningún tipo de alimento salvo pan. Sin pensárselo dos veces, los huéspedes comenzaron a llevar sus comidas desde casa, dando lugar a una maravillosa y agradable costumbre que ha logrado mantenerse a través de los años.

Para crear la mejor cerveza se necesitan los mejores ingredientes.
Un secreto de la buena cerveza son sus nobles componentes. De acuerdo con la Ley de Pureza bávara del año 1516, sólo pueden emplearse cuatro ingredientes en la fabricación de cerveza.
Los maestros cerveceros de Paulaner seleccionan sólo las mejores materias primas de la región: lúpulo de Hallertau, levadura de cultivo puro propio, malta selecta de la región y agua blanda de gran pureza procedente de nuestros pozos profundos. Cuanto más refinados sean los ingredientes, mejor resultará la cerveza. Por esta razón los maestros cerveceros examinan personalmente todas las materias primas con asiduidad y de manera muy minuciosa. Asimismo supervisan sobre el terreno el crecimiento y la maduración de la cosecha en las regiones de cultivo, empleando para ello no sólo su gran experiencia sino también su buen olfato.

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